Por: Tatiana Bonilla
Diego Grueso, conocido como el «primer vichelyer de Colombia» y consultor, nos abre las puertas a un universo lleno de tradición, historia y sabor. Su iniciativa, Viche y Trapiche, no solo busca difundir la rica cultura detrás del viche, un destilado ancestral del Pacífico colombiano, sino también destacar su impacto profundo en las comunidades que lo producen.
El viche no es solo una bebida; es un legado. «El viche es una bebida ancestral que lleva consigo la historia de un pueblo; su regulación no solo honra esa tradición, sino que dignifica a comunidades enteras,» afirma Diego con la convicción de quien conoce profundamente su tierra y su gente. Y es que en ese proceso de dignificación, se esconde un factor crucial: la salud mental. «La dignificación, en sí misma, es salud mental, y eso, verdaderamente, es desarrollo.»
Pero, ¿qué hace tan especial al viche? Para Diego, la respuesta radica tanto en el proceso de elaboración como en las personas que lo crean. «El viche es el producto de la destilación del fermento del jugo de caña, cosechado en los cañaduzales del Pacífico colombiano. Se elabora a través de técnicas ancestrales, transmitidas de generación en generación, por miembros de comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras,» explica.
La autenticidad del viche está intrínsecamente ligada a su origen. «Para que se llame viche, la bebida debe estar producida en el Pacífico colombiano, en territorios de tradición vichera, y por personas de esas comunidades. Es un conocimiento valioso que refleja una rica tradición cultural y un vínculo profundo con la tierra,» asegura Diego.
Lo que distingue al viche de otros destilados de caña es su origen y método de producción. «El viche se produce a partir del fermento del jugo de caña, no del azúcar, la melaza o la panela. Lo que lo hace único es su origen en el Pacífico y el conocimiento tradicional que se infunde en cada botella.» Este saber se refleja en los sabores distintivos del viche, que pueden variar según el lugar de producción. «Un buen viche es fresco, herbal, con notas de menta y un cierto nivel de amargura. Dependiendo del entorno, puede tener matices terrosos o dulces, como la pera madura o la cúrcuma,» añade.
La calidad del viche también es crucial para los consumidores. Diego advierte que un buen viche debe ser cristalino y no tener olor ni sabor a combustible. «Si quema al tomarse, probablemente tiene un porcentaje alcohólico muy alto. Con la regulación, este porcentaje debe estar entre el 30% y el 50%,» explica.
Una pregunta recurrente es si el hecho de que el viche sea producido por comunidades supone algún riesgo para los consumidores. Diego es claro en su respuesta: «Este licor lo elaboran personas y familias con tradición vichera, no todas las personas de estas comunidades hacen viche, y no todos los vicheros pueden describir su conocimiento. Hay viches de todas las calidades, desde muy básicos hasta otros de alta calidad y complejidad.»
En cuanto a las propiedades afrodisíacas del viche, Diego responde con una sonrisa: «Es afrodisíaco en la medida en que embriaga, y la gente embriagada se desinhibe.» Sin embargo, señala que los efectos sobre la salud sexual, entre otros ámbitos, provienen de los derivados del viche, como las infusiones y las «botellas curadas» que lxs sabedores elaboran con conocimiento profundo de la botánica local. «Aquí es donde entra en juego la relación entre el conocimiento tradicional y la biodiversidad,» subraya.
Finalmente, Diego comparte con entusiasmo los planes futuros de Viche & Trapiche. «Vamos a empezar a hacer reseñas de los viches más populares, crear una guía para compradores y tomadores, y ser un puente entre los productores y transformadores. El viche es único por la gran cantidad de infusiones, mezclas, y elaborados que ofrece, y nuestro objetivo es preservar y difundir ese conocimiento que ha sido transmitido por generaciones.»
Viche y Trapiche no es solo una plataforma de difusión; es un homenaje a la tradición, a las comunidades, y al poder sanador del viche. A través de su trabajo, Diego Grueso nos invita a redescubrir un legado que, más allá de su sabor, tiene la capacidad de transformar vidas y comunidades enteras.