El diablo está en los detalles: la deuda de los medios con la «brujería»

Autores: Diego Grueso & Tatiana Bonilla

 

Hechicería, criminalidad y estafa son algunos de los conceptos con que los medios de comunicación etiquetan a la santería y otras espiritualidades de matriz africana e indígena, presas del oscurantismo, la doble moral y un estado que se niega a protegerlas, dejándoles a la intemperie de la estigmatización y los prejuicios de una sociedad poco abierta a la diversidad en la fe, por fuera de las fronteras del cristianismo.

 

“En el rincón derecho de la sala, los uniformados encontraron un extraño altar, con un velón encendido. A su lado había una vasija roja, con lo que en brujería se conoce como “una cabeza reducida”, es decir, un pedazo de tronco de árbol o una pepa, a la cual le tallan la forma de un rostro humano. En el recipiente había distintas frutas, dulces y arroz, entre otras cosas”. El 26 de octubre de 2020, El Colombiano habló sobre las creencias de los narcos y dijo que Norvey Palacio, también conocido como el Mocho Vives y líder de la banda criminal «La Terraza», utilizaba prácticas de santería para protegerse de los rivales y resguardar sus operaciones. La famosa “cabeza reducida” a la que alude la nota es la representación de un orisha, una deidad yoruba; llamada Eshu o Elegguá, la divinidad que reina en los caminos de la vida, sin cuyo permiso no se puede iniciar ninguna ceremonia. Es quien abre o cierra las sendas del destino y se representa con una cabeza de cemento o arcilla, que como ojos tiene caracoles y, por ser un niño, se le ofrendan dulces y se le acompaña con juguetes.

 

Varios medios de comunicación han enfatizado en la idea de que las prácticas de santería tienen relación con la criminalidad. Un ejemplo es el informe que Caracol Noticias publicó el 7 de octubre de 2021 sobre 13 delincuentes que utilizaban la santería y la hechicería para evitar ser vistos por las autoridades policiales. La información fue replicada por otros medios, como Noticias RCN, que recopiló las duras declaraciones del General Luis Hernández, el entonces Comandante de la Policía de Barranquilla quien afirmó que “los delincuentes utilizaban la santería para evitar que las autoridades descubrieran evidencia que permitiera avanzar en las investigaciones”.

 

Así mismo, el 27 de octubre de 2022, RTVC noticias publicó algunos de los señalamientos hechos por el exdirector de la Policía Nacional, Jorge Vargas, quien afirmó que los cabecillas y lugartenientes de ‘Otoniel’, del Clan del Golfo, acudían a la brujería y a la santería para operar. El 26 de noviembre de 2022, Semana publicó una nota según la cual asesinos practicaron ritos de santería antes de ir a matar al fiscal antimafia Marcelo Pecci. Y el 3 de diciembre de 2022 Infobae replicó los trinos de la senadora María Fernanda Cabal quién acusó al sacerdote jesuita, Javier Giraldo, de hacer santería hasta llevar a dos líderes afro hasta su muerte. La lista sigue y la línea editorial compartida se mantiene.

 

Nelson Matta, dramaturgo, actor, periodista y podcaster apodado «El Inspector», habló con TABOSE sobre la aparente relación entre la santería y la delincuencia. Los crímenes de la mafia, los horrores del narcotráfico, la brujería y sus acciones maliciosas en protección de los capos, la ambición macabra de robar sin importar la vida ajena y la truculencia que esconden los bandidos se abordan en su podcast, “Revelaciones del bajo mundo”, publicado por el periódico El Colombiano. «La santería no está relacionada con la criminalidad. Los cultos de este tipo se originaron durante los procesos de esclavización, así como de fenómenos y conocimientos ancestrales acumulados durante siglos”, dice. “El Colombiano se ha enfocado en resaltar que en nuestro país, especialmente en Medellín, se han identificado grupos que utilizan estas habilidades para llevar a cabo actividades delictivas, algunas de las cuales se denominan religión yoruba, santería o brujería, aunque esto no implica que sean exactamente iguales” explica.

 

Según el abogado constitucionalista Domingo García, “la repetición de historias que relacionan la santería con la delincuencia en los medios influye y afecta la opinión pública. Esto conduce a la estigmatización de algunas expresiones espirituales, enfatizando su conexión con personas y comportamientos retorcidos”. Por ejemplo, en octubre de 2019, El Universal informó que Pablo Escobar era devoto del niño de Atocha, tal como indica El Milenio en una nota de 2022. El Santo Niño de Atocha, muy venerado en México y Centroamérica, también se ha convertido en un símbolo de devoción para conocidos delincuentes como Pablo Escobar y la familia de Joaquín «El Chapo» Guzmán, quienes le piden asistencia y protección en momentos difíciles. García enfatiza que en estos casos en que la criminalidad se encuentra con deidades católicas “los anuncios se utilizan para contrastar la imagen violenta de los criminales con su aspecto sensible y religioso. A pesar de que eventos históricos como la inquisición, en la que se torturaba en nombre de Dios, plantean preguntas sobre las prácticas judeocristianas y su aceptación de contradicciones. No obstante, es muy aceptado que incluso si un sicario le reza a la virgen, los resultados pueden generar cuestiones éticas”.

 

James Viera, quien se ha consagrado en la Habana, Cuba como sanador y babalawo de la religión yoruba, enfatiza que “las tradiciones espirituales de origen africano son poco conocidas y mal interpretadas por la sociedad. La religión católica inquisitorial inventó el término «brujería» para desacreditar y demonizar estas prácticas espirituales, calificándolas de paganas, asegura el babalawo. Esto ha dejado un estigma y una marca: los relatos predominantes no distinguen claramente la brujería de las prácticas legítimas de devoción o fe. Además, existe una tendencia a clasificar negativamente las prácticas espirituales de las personas según su raza” dice.

 

Para ilustrar este punto, James Viera menciona las declaraciones de Henry Sanabria en una entrevista con Semana en marzo pasado. Viera señala que algunas prácticas, como bendecir las armas, asistir a misa antes de una operación o tener una diócesis castrense, podrían considerarse similares a lo que en otros casos se califica como brujería o hechicería, si no fueran etiquetadas como católicas o cristianas. Sin embargo, estas prácticas son ampliamente aceptadas, como se evidencia en el lema de la policía: «Dios y Patria».

 

El abogado García sostiene que en un estado laico no hay lugar para distinguir entre una religión u otra, ya que no solo se trata de separar la religión del Estado, sino también de eliminar las jerarquías entre ellas. Esto significa que el Estado y la sociedad deben brindar igual protección a todas las expresiones espirituales. En el desempeño oficial de las funciones de los poderes públicos, se debe evitar cualquier práctica, referencia o símbolo religioso.

 

La diferenciación entre religiones hegemónicas

 

El babalawo Viera dice que el legado de la esclavitud, que dejó marcas en los cuerpos de los esclavizados, puede explicar la diferencia entre las religiones dominantes y otras prácticas. Vivier explica que tanto el discurso de la inquisición como los años de invasión, colonialismo y exterminio han dejado su marca en el inconsciente colectivo.

 

El Mystici Corporis Christi de 1493, un documento emitido desde el Vaticano, otorgó a la corona española y a los portugueses el dominio espiritual absoluto sobre los pueblos de América. En consecuencia, en 1610 se estableció en Cartagena un tribunal de la Santa Inquisición para torturar a aquellos que no se dedicaban exclusivamente a la religión católica. Las Naciones Unidas solo reconocieron el sistema de adivinación Ifá —de la religión yoruba— como un patrimonio cultural inmaterial de la humanidad en 2005. Por lo tanto, el babalawo sostiene que la acusación y la condena de las expresiones espirituales de los afrodescendientes e indígenas por parte de nuevas formas de inquisición no son fortuitas.

 

En lo que respecta a los medios, el periodista Nelson Matta argumenta que “a la gente le interesa acercarse a lo desconocido, y estas prácticas, aunque hacen parte de la cultura, siempre han estado detrás de un velo que no permite que se conozcan completamente. En Revelaciones del bajo mundo, por ejemplo, hay dos dinámicas: una con las historias que ha investigado El Inspector y que usualmente ya han sido publicadas y se retoman en lenguaje de podcast, y otras relacionadas con las coyunturas que despiertan la atención de las audiencias”. Desde su perspectiva, el tabú, entendido como prejuicio, viene de personas y cultos espirituales que aluden a estas prácticas espirituales para estafar. “Se trata de personas que sin haber sido ungidas por ningún tipo de conocimiento o sabiduría ofrecen jabones, perfumes y ritos para atraer al ser querido, ganar la lotería, recuperar la salud o tener buena suerte en el trabajo. Las extrañas asociaciones entre santería y criminalidad provienen del desconocimiento”.

 

Sin embargo, para Matta, la cobertura periodística que él hace de prácticas santeras que se catalogan como brujería no busca mancillar. Su misión, asegura, es atreverse a mostrar cómo se dan las conductas delincuenciales, aunque algunas personas puedan generar prejuicios a partir de la información noticiosa y en ese caso, ese asunto no atañe a lxs periodistas, dice él, más bien hay que fijarse en la manera en que las autoridades competentes se refieren a las piezas que incautan haciendo énfasis en lo que ellxs entienden como rituales de santería.

 

Pero, como expone el abogado constitucionalista, García, la responsabilidad de los medios no es sólo hacer eco de lo que dicen las autoridades, sino ir a las fuentes y corroborar, investigar y proveer información verídica así como análisis relevantes.

 

El babalawo Viera explica que “los medios de comunicación no lograron comprender la complejidad de las cosmogonías no hegemónicas y suelen informarlas de manera superficial”. Según él, la representación de las prácticas religiosas en los medios masivos de comunicación demuestran valoraciones y narrativas que crean representaciones negativas preconcebidas. Matta sostiene que “informar sobre estas expresiones no implica denigrarlas”; sin embargo, una forma de eliminarlas no es solo ignorarlas, también estigmatizarlas.

 

 

Posdata: En una versión anterior de esta plataforma, cuando se llamaba ‘Mil lenguas’, solicitamos una rectificación a ‘El Espectador’. Aunque inicialmente se negaron a corregir públicamente la información relacionada con la santería, finalmente eliminaron cualquier alusión a la misma. Sin embargo, recientemente, ‘El Tiempo’ replicó la misma noticia sin proporcionar mayor contexto al público sobre por qué como medio replican la conclusión de la Policía de que los lamentables hechos ocurrieron en el marco de un ritual de santería.

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