Autora: Tatiana Bonilla. Bogotá, Colombia
El 9 de junio de 2023, cuatro niñxs indígenas fueron rescatadxs tras sobrevivir solxs durante 40 días en la selva amazónica de Colombia. Lesly Mucutuy, de 13 años; Soleiny Mucutuy, de 9 años; Tien Noriel Ranoque Mucutuy, quien cumplió 5 años en la selva; así como Cristin Neriman Ranoque Mucutuy, que también cumplió un año en esas circunstancias, habían desaparecido tras un accidente aéreo. La avioneta en la que viajaban se estrelló, dejando a lxs tres adultxs que lxs acompañaban, incluida su madre, fallecidxs en el impacto.
Desde su hallazgo, lxs menores, con edades comprendidas entre 1 y 13 años, fueron tratados en el Hospital Militar de Colombia en Bogotá. El rescate fue el resultado de una intensa búsqueda que involucró a más de 130 comandos de fuerzas especiales y guías indígenas mayores, quienes jugaron un papel crucial en su localización. Este evento no solo destacó la resistencia, habilidades y valentía de lxs niñxs, sino también la colaboración entre las fuerzas armadas y las comunidades indígenas, históricamente enfrentadxs en el contexto del conflicto armado del país.
La historia de supervivencia de estxs niñxs capturó la atención mundial, pero hoy, después de unos meses de los hechos, queremos retomar el debate sobre la manera en que las historias de crisis se manejan mediáticamente y cómo se respetan (o no) las identidades culturales de lxs involucradxs.
La comercialización de la tragedia
Medios como La Silla Vacía y El País informaron que más de 13 compañías estaban interesadas en convertir la historia del rescate en una producción de Hollywood. Esta situación generó controversias sobre la armonización entre los intereses comerciales y la identidad cultural. Lxs abuelxs maternxs de lxs niñxs solicitaron que las ofertas incluyeran beneficios para la comunidad Araracuara y que se respetaran la jurisdicción indígena.
Mientras tanto, el presidente Gustavo Petro anunció desde París la producción del documental «Operación Esperanza» que contaría el proceso de búsqueda de lxs niñxs. Sin embargo, la Organización de Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana (OPIAC) rechazó esta iniciativa, argumentando que el gobierno estaba actuando de manera unilateral. Este rechazo reflejó las tensiones entre las autoridades estatales y las comunidades indígenas en cuanto a la representación y control de sus propias narrativas haciendo evidente la posible explotación de historias trágicas cuando no se manejan con sensibilidad y respeto hacia las personas afectadas.
El impacto del trauma y el papel de los medios
El profesor Juan Pablo Aranguren Romero, experto en impactos psicosociales del conflicto armado y docente de la Universidad de los Andes, nos compartió su análisis sobre el impacto del trauma en lxs niñxs indígenas rescatadxs.
Para Aranguren la definición de trauma no se limita a experiencias violentas o catastróficas, sino que también depende de cómo las personas interpretan esas experiencias. En el caso de lxs niñxs indígenas, el evento en sí mismo podría no constituir un trauma; contrario a lo que afirmaron de manera ferviente algunos medios de comunicación, sino que su significado y sentido dependen de la interpretación individual.
A pesar de presenciar la muerte de su madre y otros familiares, lxs niñxs mostraron estrategias de supervivencia que revelan mecanismos de protección y cuidado. Cada individuo busca darle sentido a lo sucedido y encontrar maneras de mantenerse a salvo. No todos los eventos impactantes se convierten automáticamente en traumas; esto depende de cómo se asimilan y elaboran en la vida de cada persona.
Según explica Aranguren, enfrentar situaciones de supervivencia no implica automáticamente un trauma, ya que estas experiencias pueden revelar mecanismos de protección y cuidado. Cada individuo busca encontrar un sentido a lo sucedido y se esfuerza para mantenerse a salvo, encontrar comida y refugio, lo cual puede ser beneficioso para la salud mental. Sin embargo, algunos eventos pueden no haber sido completamente asimilados o comprendidos, lo que podría generar un trauma dependiendo del caso. Lxs niñxs necesitaban en ese momento y ahora, un acompañamiento cuidadoso para comprender y procesar adecuadamente sus experiencias durante su recuperación.
En ese orden de ideas, el papel de los medios en la narración de estos eventos es significativo. La forma en que se cuentan las historias puede reforzar la idea de que el evento fue devastador. Las instituciones y métodos psicológicos tradicionales a menudo promueven narrativas que asocian todos los eventos importantes con el trauma, lo cual puede ser castrante, pues el entendimiento de cada persona sobre lo vivido varía, y la narración social tiene un impacto en la forma en que se perciben y procesan estos eventos, comenta Aranguren.
¿Es el trauma solo una interpretación personal o también depende de las historias existentes sobre los hechos?
Para Aranguren, en la definición de lo que se considera traumático, hay tres aspectos importantes involucrados: el evento en sí, que puede ser devastador, como guerras o hambrunas; el factor subjetivo, que es cómo cada persona afronta la situación con sus recursos y creencias; y, por último, la forma en que la sociedad afronta el evento. Estos factores afectan la forma en que se experimenta y procesa el trauma.
La narración social de un hecho tiene un impacto significativo. El trauma se produce si se limita la posibilidad de hablar y contar sobre el evento. Estxs niñxs pueden contar su experiencia, pero es importante tener en cuenta que estas historias pueden reforzar la idea de que el evento fue potencialmente devastador. A veces, las instituciones y los métodos psicológicos tradicionales impulsan estas narrativas, que asocian todos los eventos importantes con el potencial traumático y, por lo tanto, fomentan la idea de que la única forma de narrarlos es a través del trauma. Pero es importante reconocer el impacto y la interpretación de cada individux pueden variar.
Lxs niñxs fueron acogidxs con la idea de que su experiencia debe ser etiquetada como traumática, porque aquellxs que escuchan sus historias y las aceptan tienden a incluirlas en esa categoría. Este es un aspecto que debe tenerse en cuenta. Por otro lado, la forma en que se narra y aborda esa experiencia también puede verse afectada por las instituciones. Con frecuencia creemos que todas las personas que han experimentado un evento catastrófico y devastador deben relatarlo y darle sentido en los términos que queremos escuchar.
A veces, sin darnos cuenta, ejercemos presión sobre lxs demás para que cuenten sus historias en esos términos específicos, utilizando palabras que nos resultan familiares o más cercanas.
Debido al impacto que estos eventos han tenido en Colombia y a la forma en que han sido tratados por los medios de comunicación, es comprensible que la sociedad colombiana desee escuchar esas voces y conocer los detalles de lo sucedido, cómo sobrevivieron y cómo lograron superarlo. Pero es importante tener en cuenta que estas necesidades y expectativas son más propias de la sociedad y los medios.
La voz y la autonomía de lxs niñxs indígenas
Aranguren explica que la cuestión de si lxs niñxs debían hablar de lo sucedido y compartirlo con la sociedad aún es compleja. Algunas personas deciden contar sus experiencias solo después de un tiempo, y es crucial respetar esta decisión. Aunque la sociedad pueda estar interesada en conocer los detalles de su supervivencia, ellxs no tenían la obligación de compartir su experiencia.
En Colombia, es fundamental comprender y reconocer las voces y lugares de enunciación de lxs niñxs. Ellxs tienen derechos y la capacidad de elegir cuándo y con quién hablar sobre su vida a pesar de su edad. Esta situación también se relaciona con la voz de las comunidades indígenas, que a menudo ha sido subalternizada y reducida a espacios de enunciación controlados por otrxs.
¿Estxs niñxs por ser indígenas debían ser tratadxs de manera diferenciada?
La respuesta es «sí», con un cuidado especial y en atención a su contexto. «Debido a su condición de pobreza, los niños indígenas suelen ser utilizados como símbolos en narrativas filantrópicas. Además, existen casos de niños de origen indígena que han sufrido abuso sexual y que se usan como ejemplos para discutir la violencia sexual en Colombia. Sin embargo, es crucial comprender que estos casos son únicos e individuales, y no deben presentarse como representaciones de otros casos similares. Son historias dolorosas y únicas que merecen ser consideradas por lo que son, en lugar de simplemente como dramas humanos que representan a otras personas», comenta Aranguren.
Lamentablemente, la Fiscalía colombiana informó sobre la detención de Manuel Ranoque, padre de dos de lxs cuatro niñxs indígenas. Ranoque fue detenido el 11 de agosto de 2023, acusado de presunto abuso sexual infantil. Manuel Miller Ranoque, padre biológico del niño de cuatro años y del bebé de menos de un año, además de padrastro de las dos niñas de 9 y 13 años, rechazó las acusaciones hechas por sus hijas en su contra.
¿Cuáles son los aspectos clave que lxs periodistas y los medios de comunicación deben considerar para respetar la experiencia y las memorias de estxs niñxs?
“Creo que es fundamental que los periodistas y los medios de comunicación discutan cómo narran historias relacionadas con niñxs. Es esencial que reconozcan el lugar donde estxs y les permitan expresarse con el respeto que merecen en términos de su intimidad. Los periodistas de nuestro país todavía tienen mucho por aprender y mejorar en este aspecto”, explica Aranguren.
Es decir, lxs periodistas deben enfrentar dos dilemas éticos esenciales que no son fáciles de resolver. Por un lado, está el desafío de permitir que lxs niñxs hablen como sujetxs de derechos y reconocer su voz y autonomía. Al ser sujetxs de especial protección, no pueden aprovechar su situación tomando fotografías o realizar entrevistas sin su consentimiento. En el periodismo colombiano, se ha desarrollado la habilidad de crear representaciones respetuosas de estas historias, sin embargo, cuando se trata de niñxs indígenas, aparece un segundo aspecto: la vivencia de dolor, sufrimiento y posible trauma. Es necesario tener una gran sensibilidad y responsabilidad al hablar de estas experiencias.
El propósito principal de estas notas y noticias es atraer la atención de la sociedad colombiana, motivarla a reflexionar y cuestionar por qué sentimos la necesidad de conocer tantas historias de supervivencia. Este deseo de buscar historias esperanzadoras de personas que han superado las dificultades tiene un lado positivo. Buscamos conocer historias que parecen tener finales felices o al menos esperanzadores, donde los niños logran sobrevivir y no caen en medio de la tragedia.
¿Por qué nos interesan más ciertas voces y memorias que otras?
“He estado pensando en eso”, dice Aranguren: “¿Por qué no prestamos atención significativa a la confesión de un militar sobre el asesinato de civiles inocentes, mientras que sentimos la necesidad de conocer más detalles sobre la supervivencia al ataque con un misil en Ucrania de personas como Héctor Abad y Sergio Jaramillo? ¿Por qué hay una diferencia entre nuestra indignación en ambos casos?”
En lo que respecta a lxs niñxs indígenas rescatadxs de la selva, de alguna manera, hemos creado una agenda mediática que prioriza ciertos aspectos de la vida. Si realmente valoramos a lxs niñxs indígenas, deberíamos profundizar en nuestra comprensión de las circunstancias en las que viven, sus prácticas y tradiciones, su religión y todas las características que conforman su identidad cultural. Desafortunadamente, tenemos poca información al respecto. Nuestro interés se centra principalmente en su capacidad de resistencia y supervivencia durante 40 días, sin profundizar en otros aspectos importantes de su historia, explica.
Además, este enfoque limitado subordina la historia de estxs niñxs porque ignoramos su lengua, su perspectiva del mundo y sus representaciones culturales sobre la vida y la muerte. Estxs niñxs debian y deben ser tratadxs de manera diferente a nivel institucional y legal porque son indígenas y tienen leyes especiales y sistemas de justicia propios en sus comunidades.
Un año después, sigue siendo esencial considerar estas ausencias y buscar una cobertura mediática más amplia y respetuosa que fomente un conocimiento más profundo de la diversidad cultural y los derechos de lxs niñxs indígenas.
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